jueves, 25 de junio de 2009

Cinco miradas sobre la novela histórica


Carlos García Gual-Antonio Penadés-Javier Negrete-Gisbert Haefs-Pedro Godoy, Cinco miradas sobre la novela histórica, Madrid, Ediciones Evohé, 2009.

La originalidad de este libro reside en las diversas miradas que sobre el género de la novela histórica realizan los autores del mismo. El editor ha sabido conjugar con acierto en un solo volumen la mirada del lector, del ensayista crítico y de los autores del género.
Pedro Godoy abre la obra con su ensayo “Cavilaciones y mortificaciones de un atribulado lector” (pp. 13-42) presentando de modo directo y en ocasiones desenfadado su experiencia como lector de novela histórica; todo ello no exento de rigor y con apreciaciones muy bien fundamentadas que hacen reflexionar sobre las características del género. Cual “sufrido” Ulises en medio del proceloso mar de la novedades de novela histórica, Godoy busca su rumbo exponiendo con meridiana claridad algunos de los problemas de la novela histórica contemporánea como la proliferación de títulos de pseudo-historia llenos de misterios, intrigas y conspiraciones sin cuento. Con singular gracia disecciona los diversos tipos de “novela histórica” que en su opinión contribuyen a devaluar un género que, por otro lado, cuenta con espléndidas obras maestras. El “sufrido” lector se encuentra con la “pseudo-novela-histórica” que acabamos de mencionar; con lo que él denomina “mamotreto”, es decir, una novela en la que priman los espesos datos históricos sobre la buena literatura, o con la diversa calidad de los historiadores metidos a “novelistas históricos” con mayor o menor fortuna. Godoy defiende la siguiente afirmación que parece olvidarse con frecuencia, aunque resulta obvia: “La narrativa histórica contemporánea podrá dignificarse y reivindicarse en la medida en que defienda su carácter literario” (p. 29).

Javier Negrete, reconocido autor de novela fantástica (La espada de fuego, Señores del Olimpo) e histórica (Salamina), nos desvela parte de su quehacer literario en el ensayo titulado “Narrando batallas” (43-60). Aquí es la voz de un autor experimentado el que nos habla de que no hay novela sin “conflicto”, precisando que uno de estos conflictos son las descripciones de batallas. Negrete nunca concibe sus escenas de batalla como un mero adorno o un añadido, sino que están profundamente imbricadas con la acción dramática de sus novelas. Explica su oficio con la claridad expositiva de quien es también docente: así nos habla del camino hasta la batalla, de los diversos puntos de vista para narrarla, del realismo de presentación y del proceso de documentación en las fuentes históricas y sobre el terreno.


En el ensayo de Antonio Penadés, autor de El hombre de Esparta, “La novela histórica en Grecia antigua, Grecia antigua en la novela histórica” (pp. 61-85) se respira su profunda pasión por el Mundo Clásico y por Heródoto en particular. Sobre el primer aspecto: la novela histórica en la Grecia antigua, nos dice que ya en esta época se encuentran los cimientos de la “novela histórica” con Quereas y Calírroe de Caritón de Afrodisias y antes con las “historias noveladas” insertas en la Ciropedia de Jenofonte y en la Historia de Heródoto. En cuanto a la novela histórica como género contemporáneo afirma que una novela histórica debe ser buena literatura en la que el autor consiga trasladar al lector al mundo creado por él gracias un argumento interesante, unos personajes convincentes y un aspecto formal correcto y atractivo. El lector de novela histórica busca que la obra le emocione, pero que también le forme; un delicado equilibrio que se resuelve, según Penadés, si los autores de novela histórica se esfuerzan en combinar una exhaustiva documentación sobre la época con una construcción literaria de calidad. En suma que ambas facetas “historia” y “novela” sean tratadas con rigor. Aunque ahora esté inmerso en la literatura de viajes guiado por su admirado Heródoto, esperamos que pronto vuelva a la creación de novela histórica.


De Gisbert Haefs, autor de obras tan reconocidas como Aníbal y Alejandro, se ofrecen dos artículos aparecidos ya en otros medios. En el primero “Cosas de Troya” (pp. 87-94) nos habla de una hipótesis histórica sobre la Guerra de Troya alejada del mito. Esta hipótesis le sirvió de base para su novela Troya en la que combinó historia, crónicas hititas y datos arqueológicos. En su segunda contribución “Historias de vino y sangre” (pp. 95-98) nos revela algunos datos del proceso de creación de Aníbal y Alejandro.


Carlos García Gual, uno de los mayores expertos españoles en novela histórica que además siempre ha defendido la dignidad del género, aporta a este volumen dos trabajos que habían sido previamente publicados en el libro Apología de la novela histórica y otros ensayos, ya descatalogado. En “Novelas biográficas o biografías novelescas de algunos personajes de la Antigüedad: algunos ejemplos”, (pp. 99-110) después de distinguir entre una biografía y una “biografía novelada” realiza un recorrido por este tipo de narraciones ilustrándola con diversos ejemplos. En “Trucos de la ficción histórica: el manuscrito reencontrado” (pp. 111-133) analiza el uso de este tópico en novelas históricas de todo tipo, concluyendo que incluso en la actualidad los lectores del género desean reencontrar los tópicos que lo identifican, aunque sea con menor ingenuidad.


Sea bienvenido, pues, este volumen con estas miradas sobre la novela histórica, que, a pesar de ser diversas entre sí, coinciden en reivindicar la dignidad de un género que debe esforzarse en incrementar su calidad tanto literaria como histórica e intentar definirse en un perfecto e ideal equilibrio entre la historia y la literatura. Y desde luego, tal como se dice al final del prólogo de este libro, debe seguir teniendo algo que decir al hombre de hoy.