jueves, 31 de enero de 2008

¿Por qué leer una novela histórica para conocer Grecia y Roma?

Para responder a esta pregunta pueden ser útiles estos textos:

Documento 1

[La necesidad de una nueva mirada sobre la Antigüedad]

"¿Qué ofrece la Antigüedad a nuestros ojos, engañados por imágenes? Exceptuando, como es obvio, el milagro de Pompeya, las ruinas esparcidas alrededor del Mediterráneo, deseperadamente indescifrables, por otra parte, para aquellos que no tienen el privilegio de ser arqueólogos. La mirada se detiene sobre esas estatuas decapitadas, esas columnas truncadas, los diversos pavimentos que subsisten de las gloriosas vías antiguas, e intenta imaginar a los hombres que las construyeron y las hollaron y se aparta, impotente."[1]

- ¿Qué sensaciones experimentas ante la contemplación de las ruinas o de estatuas de la civilización clásica? Pon ejemplos que te hayan sucedido.
- ¿Qué crees que le falta a los restos arqueológicos para sentirlos cercanos?


Documento 2

[Hombres como nosotros]

"No creo sorprender a nadie al escribir que deseo ardientemente un segundo Renacimiento que nos descubriría a los griegos y romanos tal como fueron: ni modelos, ni solamente antepasados, y menos todavía pálidas sombras borradas por el tiempo, sino hombres, simplemente, que buscaron como nosotros la felicidad, que como nosotros intentaron explicarse el sufrimiento y la muerte con los medios de los que disponían."[2]

- ¿Cómo debemos, según el texto, descubrir a griegos y romanos?
- ¿De qué modo puede la novela histórica acercarnos más a los hombres de la Antigüedad?

[1] Cf. N. Rouland, "Por una nueva novela histórica" en N. Rouland, Laureles de ceniza, Barcelona, Edhasa 1990, p. 311.
[2] Cf. N. Rouland, "Por una nueva novela histórica" en N. Rouland, Laureles de ceniza, Barcelona, Edhasa, 1990, p. 312.

3 comentarios:

Umma1 dijo...

Lo que ofrece el mundo gracoromano, es literatura de primera mano.
Leer las fuentes. Quien quiera conocer historia de Grecia o de Roma, simplemente debe ir a los clásicos. Nunca a reacreaciones, en un 90% fallidas, escritas con una mirada contemporanea que pisotea el respeto debido a ls tiempos tratados. mal dcocumentadas.


Para cnocer la historia hay que ir a los ensayos, y en un período especial como el que citás, a las fuentes.

Saludos

Fernando Lillo dijo...

Estoy de acuerdo contigo en que hay que ir a las fuentes,pero para mucha gente algunas de ellas resultan áridas (no todas)y es más apropiado engancharles con una buena novela histórica. Seguro que si la novela gusta, el lector comenzará a interesarse por los datos históricos que la han inspirado.

Isabel Barceló Chico dijo...

Aunque ya ha pasado algún tiempo desde la publicación de este post, no me resisto hacer yo también una pequeña apología de la novela histórica, respondiendo a umma1.

En primer lugar, como Fernando muy bien indica, el aproximarse al pasado requiere que haya previamente alguna curiosidad y, desde luego, una buena novela histórica constituye un excelente banderín de enganche. Por otra parte, no podemos dar por sentado que las fuentes lo contienen todo, son objetivas y nos dan una idea cabal de todos los acontecimientos. Que éstos deben ser reconsiderados y actualizados lo demuestra el trabajo incesante de historiadores, antropólogos, arqueólogos y ensayistas de la historia.

Lo que con frecuencia falta en las fuentes y en las elaboraciones y trabajos posteriores es una perspectiva humana y es muy lícitio que se busque desde otro ámbito, desde la literatura, que no deja de ser, también, una fuente de conocimiento de primer orden. Colocarse en el lugar de una persona y tratar de comprender qué sintió, qué pensó, qué le impulsó a actuar de una manera concreta, cuánto placer o sufrimiento le supuso, dónde estaban sus flaquezas, en qué se equivocó, cuáles eran sus valores, en qué creía, qué cosas le decepcionaban, como afrontó los conflictos, en fin, como era - si es que se puede describir en toda su complejidad - ese ser humano, nos ayudan no sólo a comprender mejor el pasado, sino a comprendernos mejor hoy.

Saludos cordiales.